La Giralda es una de las construcciones más famosas de Sevilla, si no la que más. En realidad se trata del campanario la Catedral de Santa María de la Sede. Una torre que casi llega a 100 metros de altura que es todo un símbolo de la ciudad, de hecho ningún edificio sevillano debería superar su altura.
La torre de la Giralda, pese a que la conocemos como parte del edificio catedralicio, remonta sus orígenes a los tiempos de Isbiliya, la Sevilla musulmana. Fue entonces, cuando se comenzó a construir como alminar de la mezquita aljama de la ciudad, concretamente hacia el año 1184, siguiendo las órdenes de Abu Yaqub Yusuf.
Esa primera fase de construcción es la que hoy se observa en su base, a la altura de la Plaza Virgen de los Reyes donde se la encuentran los turistas. En esta parte más baja se puede ver que la Giralda comenzó a construirse en piedra, e incluso no se dudó en utilizar sillares pétreos de época romana, e incluso lápidas.
Sin embargo, tras la muerte de Abu Yaqug Yusuf, las obras fueron retomadas por Alí de Gomara, quién optó por seguir su construcción en ladrillo. Y esto es lo más característico de la Giralda, las formas geométricas que con ladrillo recorren toda su altura.
No obstante, todo eso es su apariencia musulmana, pero en el siglo XVI se decidió dotarla de campanas. Y para eso entre 1558 y 1568 se añadió el cuerpo último de la torre, ya en piedra y con formas arquitectónicas propias de los estilos renacentista y barroco. Y todo ello coronado con una enorme escultura que personifica la Fe, una figura conocida popularmente como el Giraldillo.
Hoy en día, la Giralda es un monumento declarado Patrimonio de la Humanidad, y es uno de los grandes reclamos durante una visita a la capital andaluza, ya que incluso se puede ascender hasta su parte alta, para contemplar una amplia panorámica del centro histórico de la ciudad.