La Torre del Oro es uno de los grandes símbolos de Sevilla. Y como todos los símbolos tiene mucha historia y también muchas leyendas. El origen de la torre hay que buscarlo en el siglo XIII. Por entonces el gobernador almohade de Sevilla decidió construir esta torre a orillas del Guadalquivir, para vigilar desde ahí el cauce y el tráfico fluvial. Entre 1220 y 1221 se levantaron los primeros 30 metros de altura de la torre.
Más tarde, en el siglo XIV, el rey Pedro I el Cruel promovió recrecerla ocho metros más siguiendo el mismo diseño de una planta de doce lados. Y posteriormente, ya en 1760 se le añadió el remate final cilíndrico y su cúpula, para alcanzar los 36 metros de altura actuales.
Hasta aquí la historia de la construcción de la Torre del Oro. Pero también hay que conocer las leyendas que la rodean. Se dice que su nombre se debe a que originalmente estaba recubierta de azulejos sobre los cuales la luz del sol creaba reflejos dorados. Sin embargo, una restauración reciente ha rechazado esta posibilidad, y su tonalidad se debe a un peculiar aparejo de cal y paja con el que se unen las piedras de la torre.
Y la segunda leyenda sobre la torre es que su denominación se basa en que aquí se guardaban los materiales preciosos que llegaban hasta el puerto de Sevilla desde América. Dada su cercanía al puerto y su aspecto poderoso, pudo salvaguardar mercancías, pero la gran mayoría del oro pasaba directamente desde las embarcaciones hasta la vecina Casa de la Moneda.
No obstante, independientemente de las leyendas, lo cierto es que la Torre del Oro es uno de los emblemas de Sevilla, tanto hoy en día como en el pasado. Por ejemplo, tras el terremoto de 1755, la construcción quedó muy dañada e incluso se pensó en su demolición. Sin embargo, prácticamente la totalidad de la población sevillana se opuso y lograron que se mantuviera en pie. Y así, hasta hoy, cuando es uno de los monumentos más visitados de la ciudad, por su belleza y porque en su interior acoge el Museo Naval de Sevilla.